Cuántas veces hemos recordado nuestros años de escuela y aquellos compañeros que admirábamos tanto porque eran siempre de diez y parecía que no le invertían mucho tiempo al estudio y les iba bien en los exámenes. Conforme los años pasaron, al volvemos a encontrar o a saber de ellos, aquellas lumbreras parece que se habían apagado. Vemos a otros que nunca sobresalieron por sus calificaciones y sin embargo son exitosos en lo que hacen y me pregunto ¿Qué factores influyen para hacer esta diferencia? ¿Será que tienen talentos, cualidades o habilidades diferentes para alcanzar sus metas?, ¿Que determina entonces la clave para alcanzar el éxito en la vida? El éxito en la vida varía en función de lo que es importante para cada quien y no necesariamente debe relacionarse con la posición social o a una posición ejecutiva dentro de una empresa. Lo que cada padre anhela para sus hijos es su felicidad y que hagan lo que les apasiona hacer en la vida y que les permita ser mejores seres humanos. ¿Qué papel juegan en la vida el coeficiente intelectual IQ y el coeficiente emocional EQ? Daniel Goleman pionero en publicaciones en Inteligencia Emocional en un artículo que escribió para el Times en el 2011 nos dice: “No hay duda de que el coeficiente intelectual o IQ es, con mucho, el mejor factor determinante del éxito profesional, en el sentido de predecir qué tipo de trabajo podrá realizar. Por lo general, lleva un cociente intelectual de alrededor de 115 o más para poder manejar la complejidad cognitiva que enfrentan un contador, un médico o un alto ejecutivo. Pero aquí está la paradoja: una vez que estás en una posición de alto coeficiente intelectual, el intelecto pierde su poder para determinar quién surgirá como un empleado productivo o un líder eficaz. Para eso, la forma en que te manejas tú y tus relaciones, en otras palabras, el conjunto de habilidades de inteligencia emocional, es más importante que tu coeficiente de inteligencia. En un grupo de trabajo de alto coeficiente de inteligencia, las habilidades blandas como la disciplina, el impulso y la empatía marcan a aquellos que emergen como sobresalientes.”(1) Cuando pensamos en el futuro de nuestros hijos y los retos que tendrán que enfrentar en sus vidas surge la incógnita para los que tienen hijos pequeños: ¿si yo pudiera hacer una cosa por mi pequeño(a) que hiciera la diferencia hoy y en su futuro cual, sería esta? Para los que tienen hijos en secundaria o preparatoria surge la pregunta ¿Cómo puedo apoyarlos para que desarrollen su máximo potencial en el área que ellos escojan? Volverse un Coach en casa Para muchos padres, el desafío de convertirse en “Entrenador de Emociones” es reconocer su valor; y creer que su Coaching hace una diferencia al influir sobre las habilidades sociales y emocionales de sus hijos Este proceso de coaching coloca las emociones de su hijo(a) al frente y al centro, ya sean de 2 o 20 años. Los padres deben enseñar a sus hijos a manejar sus sentimientos de una manera positiva para que eventualmente puedan regular su propio comportamiento. A medida que maduran emocionalmente, esto les ayuda a navegar en las relaciones sociales, y a maximizar el éxito intelectual y a desarrollar la confianza en sí mismos. ¿Por dónde empezar? Todo se reduce a la forma en que te conectas con tu hijo y a la “calidad de tu comunicación.” La escuela emocional opera no solo a través de las cosas que dicen los padres, sino también a través de lo que ven: El entrenamiento emocional se basa en: a) Cuidar los "MODELOS O PATRONES" que ofrecen los padres cuando administran sus propias emociones y sentimientos. Por ejemplo, los niños aprenden a controlar sus impulsos por la forma en que lo hacen los padres. b) Siguiendo el MODELO GROW.(2) GOAL: Tomar conciencia de las emociones de su hijo REALIDAD: Reconozca y nombre la emoción OPCIÓN: establezca límites para administrar las emociones. WILL: Enseñe maneras de sobrellevar la emoción ¿Qué hace un Coach Emocional para entrenar en el chequeo de la realidad? (3) Ofrezca un marco basado en la comunicación emocional y la empatía. Pasos: 1. Escuchar con empatía. 2. Reconocer las emociones. 3. Ayudar a nombrarlas. 4. Quedarse ahí con afecto 5. Enfocarse. 6. Respetar y validar.